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Max y Lola, mis beagles, son un dúo dinámico lleno de personalidad 🐾. Max es el curioso del equipo. Tiene un pelaje tricolor: marrón, blanco y negro, que combina perfectamente con sus orejas largas y caídas. Su nariz parece estar siempre en funcionamiento, buscando algo nuevo para investigar 🔎. Lola, por otro lado, es la más dulce 🥰. Tiene los mismos colores que Max, pero con una expresión más tranquila y tierna. Sus ojos son como dos caramelos, siempre pidiendo atención y caricias. Juntos, son imparables: si no están corriendo por el parque, están tramando alguna travesura en casa 😂. A pesar de todo, son el centro de mi mundo y hacen que cada día sea una aventura. ¡Los amo! 🐶❤️

Trabajar en marketing 📈 significa estar siempre conectado, corriendo de un lado a otro. Pero todo cambió el día que vi un anuncio en redes sociales: una camada de beagles necesitaba hogar urgente 🥺. Algo en sus caritas me conmovió, y decidí adoptar a dos de ellos: Max y Lola. Desde que llegaron, mi casa se llenó de vida 🏡. Max, el más curioso, siempre está investigando todo y encuentra cualquier snack que intente esconder 🍪. Lola, por su parte, es la más tierna; siempre busca caricias y se acomoda a mi lado cuando estoy trabajando. Aunque pueden ser un poco traviesos, sus ocurrencias me sacan carcajadas a diario 😂. Los paseos al parque, las siestas en el sofá 🛋️ y las tardes de juego se han convertido en mi mejor escape del estrés laboral. Max y Lola no solo son mis compañeros, sino también mi recordatorio constante de disfrutar los pequeños momentos. ¡Los adoro! 🐾❤️ No tengo fotos aca, pero las estaré subiendo. Me gusta este foro 🙂

Cuando tenía 18 años, mi novio sabía cuánto me fascinaban los animales. Siempre hablábamos de lo mágicos que eran y cómo llenaban de alegría cualquier rincón del hogar. Así que, para mi cumpleaños, decidió sorprenderme con un regalo que nunca imaginé: un pequeño bulldog francés. Recuerdo el momento como si fuera ayer. Entró con una cajita decorada y, cuando la abrió, un par de ojitos grandes y tiernos me miraban fijamente. Me quedé sin palabras. Doggi, como decidí llamarlo, era una bolita de amor, con esa carita que derretiría el corazón de cualquiera. Al principio, no te voy a mentir, tenía mis miedos. Había escuchado historias sobre cómo esta raza podía ser un poco difícil de manejar, que eran fuertes y a veces agresivos. Pero en el fondo sabía que los animales son reflejo del amor y cuidado que reciben. Así que desde el primer día me comprometí a llenarlo de cariño y enseñarle con paciencia. Doggi resultó ser todo lo contrario a esos estereotipos. ¡Era un dulce! Amaba jugar, daba besos a todo el mundo, y era increíblemente sociable con otros perros. Cada día que pasaba a su lado, me daba cuenta de lo mucho que mi vida cambiaba para mejor. Aprendí a ser más responsable, a valorar los momentos simples y, sobre todo, a amar incondicionalmente. Hoy, ocho años después, Doggi sigue siendo el rey de la casa. Y ahora que tengo un hijo, su ternura ha alcanzado otro nivel. Es protector, paciente, y siempre está dispuesto a compartir sus juguetes (aunque no le encanta que se los mastiquen, jaja). Verlos jugar juntos me llena el corazón y me recuerda lo afortunada que soy de tenerlo en nuestras vidas. Estoy tan agradecida de ser parte de esta comunidad, donde podemos compartir estas historias que inspiran y nos conectan. Espero que mi experiencia motive a otros a compartir las suyas. ¡No puedo esperar para leerlas! 💕🐶

Me encanto 🙂